viernes, 13 de octubre de 2017

Amarrarte para amarte

"La gente no tiene idea de hasta qué punto es arrastrada por el miedo.
 Este miedo no es fácilmente definible. Hay momentos en que 
este miedo se vuelve casi una obsesión" - George Gurdjieff

Como cada mediodía Joahnte Fornikov se encontraba con Molly Hendo en la fotocopiadora, donde mayormente tenían que sacar varios juegos de documentos de la oficina. Aprovechando el tiempo, siempre charlaban, pues la química entre ellos era maravillosa, cualquiera los podía confundir como enamorados, tan solo se conocían menos de un año, a pesar de que la oficina de Fornikov quedaba al frente de ella, eso no fue impedimento para tratarse. Ellos se llamaban por su nombre, a pesar de las políticas de la empresa, el de "todos los empleados deben de llamarse por su apellido".

Todo estaba bien hasta que Soto, el mejor amigo de Fornikov, le dijo que había escuchado un rumor de que a la Hendo le gustaba un tal Condori, que trabajaba dos pisos abajo. Fornikov se quedó helado, como si le hubieran dicho que un familiar suyo había fallecido o que le quedaba un mes de vida. Fue un golpe duro para él y esa noche no pudo dormir.

Desde ese día cambió. Se notaba cuando caminaba y en cada momento pensaba en Hendo, en Condori y las ilusiones rotas que tenía hacia ella porque sus sentimientos no eran de sólo amigos.

— ¿Te pasa algo? — preguntó Molly
— No, todo bien, sólo algo estresado por el trabajo y un poco pensativo por unos gastos — decía Joahnte como excusa.

Un viernes, de regreso a su casa, se topó con un poste y en él había un cartón cochino y llamativo: "Chiclayano, amarro tu amor imposible" y en la otra cuadra otro aviso: "Curandera norteña, amarres en 24 horas", Fornikov sintió que era un mensaje divino, que todo había confabulado para que se cruce con esos letreruchos, no lo pensó y lo tomó como la única solución para que Hendo se olvide de Condori y ellos al fin puedan iniciar una relación.


Al día siguiente decidió llamar a la curandera norteña, luego de conversar, lo citó a su local. 

Ella, con apariencia de bruja de Disney, era muy locuaz y convencedora como político de temer. Le dijo que su trabajo era 100% efectivo, que sus rituales de magia blanca nunca fallaban. Tan solo necesitaba el nombre completo, un poco de cabello, una foto y una prenda de la chica. Además, funcionaba en 24 horas y que el hechizo nunca se iba a romper. La felicidad de Fornikov creció de forma exponencial.

Y llegó la fecha esperada… el lunes al mediodía nuevamente coincidieron en la fotocopiadora, ya estaba de mejor ánimo y Hendo lo notó. Entre risas y risas, él la abrazó y le sacó un poco de cabello.
Luego le contó que necesitaba 700 soles para pagar una cuenta urgente. Pero ella no cargaba tal cantidad, le dijo que a la salida le acompañe a su casa para prestarle y así quedaron.
A la salida tomaron el servicio de taxi Uber y llegaron en media hora. Entraron a su casa, ella de inmediato le dijo que tenía que tomar una ducha y luego buscaba el dinero. Todo estaba resultando como lo planeó Fornikov.

— Te espero — dijo. Al instante Molly se metió a la ducha.

Él se dirigió a su habitación para buscar en el ropero alguna ropa interior, al instante sacó un calzón, escogió uno de color bermellón y lo guardó en su maleta. Quince minutos después, ella salió, le dio el dinero y se fue de su casa a buscar a la curandera norteña.

Tras el largo viaje llegó al local de la une parejas, le entregó todo lo que había pedido y sin pensarlo le pagó sus merecidos 1000 soles. Ella procedió a contarle los pasos que tenía que seguir: El miércoles por la mañana, apenas la encuentres, mírala profundamente y la besas al instante, así el hechizo hará efecto. El martes escóndete de ella, que no te vea.

Fornikov quería que todo salga perfecto y decidió faltar el martes a su trabajo, porque era difícil que no se vean.
Al día siguiente, a las 9 am, Fornikov la ve de lejos y apresuradamente camina hacia Hendo sin quitarle la mirada; en un sutil intento él se acerca a besarla y ella lo esquiva alejándolo.

— ¡Qué haces Fornikov! — Molly no entendía lo que pasaba
— Estoy enamorado de ti — respondió
— Lo siento, pero desde ayer… estoy con Condori.

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